domingo, 19 de abril de 2009

Caparazones fundidos en Santana

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De la antigua 'Fundición Santa Ana' dice wikipedia que funcionó en el barrio bilbaino de Bolueta desde 1841 y que a finales del siglo XIX los hornos de esta forja llegaron a vomitar "...hasta 35.000 quintales métricos de piezas, pilares y maquinaria al año...". Toma ya!
Pues de la siderúrgica tomó precisamente su nombre el área de 'Santana', aunque desde hace algunos años se apagaron sus calderas en este enclave...

... bueno..., lo de que "se apagaron sus calderas"...

Se refiere a que se apagaron... hasta ayer.

Porque wikipedia le va a tener que añadir un par de párrafos a su reseña histórica después de la que se armó anoche en Santana.

Con un llenazo del local hasta la bandera –y ante un público expectante tras el éxito obtenido en Durango en enero– VM saltaron al escenario y se colocaron de espaldas al personal para aguardar los primeros acordes de Autocrítica... 'Tun tun tutún.. tututú...' e ir girándose a medida que se incorpora cada instrumento. Ya está ... ya está... Ya está en marcha esa bola de nieve que es el track 1 y que se va haciendo más y más arrolladora progresivamente a medida que avanzan los versos y se va vistiendo de puta. A partir de ahí, el resto del espectáculo siguió el guión esperado y respondió con creces a las expectativas.

Además de las doce apostólicas, interpretaron 'Vida no hay Mucha', 'La gravedad' –todavía no me explico por qué yo nunca antes la había disfrutado tanto–, también 'Mi habitación favorita' e 'Iglús'.
Sí, sí, Iglús. A pesar de que no sólo Radiojeta y Dissolved en la primera fila, sino también muchos otros caparazones por mi zona –atrás– nos dejásemos la garganta pidiendo la otra que todos sabemos.
Yo creo que aunque Pucho insinuara el referéndum, estaba sentenciado de antemano que nos obsequiarían con los esquimales urbanos.

El inicio de Valiente, como en otros directos, no fue el del disco, sino que la barnizaron con esa entradilla reprimida que se te va subiendo por el estómago poco a poco hasta explotar en los riffs de Guille.
Ésta y la Cuadratura del Círculo fueron de las más coreadas por el sector masculino, mientras que ellas parecíeron derretirse ante Copenhague y Al respirar.
Y el empate entre géneros estaba cantado con 'Un día en el Mundo'.
Por su parte a La Marea le sigue mejorando el interludio acelerado. Aunque reconozco que a mí me sorprendió ingratamente la primera vez que lo escuché, pero concierto tras concierto me está terminando de convencer ese toque 'The Cure' que intercalan en vivo entre burbujas de hielo y maromas de un barco. Creo que la clave de esos 30 segundos ayer fue también el juego de luces (muy) agresivo mientras Álvaro nos acribilla con la fuerza del bajo. Yo no lo había visto antes tan exagerado. Un diez.
Y por cierto, hablando de bombillas, estupenda la iluminación en general (¿Pucho dijo que el técnico se llamaba Juan Carlos? Otro sobresaliente) y especialmente por tener la previsión de aprovechar la esfera de lentejuelas/espejitos colgada del techo de la discoteca en un par de momentos sugerentes, uno de ellos, precisamente, durante lo lento de La Marea. Muy adecuado.
(Oí cómo a alguna se le escapaba un 'Ohhhh...' por mi zona.)

Así que ¿cómo no iba a hervir aquello? Pucho, sincerote él como siempre sobre el tablao, llegó incluso a comentárnoslo...
'–¿Hace calor aquí dentro, verdad?'...

Claro, mi niño! Ya te lo advertía wikipedia!

¿La lona-pantalla de fondo era un poco más grande de lo habitual o sólo me lo pareció a mí? Siguen amenizando con proyecciones algunos de los temas, aunque con menos primeros planos de Pucho y apostando más por los elementos oníricos. (Preciosas esas burbujas....!)

Y el momento anécdota:

Fue justo tras finalizar 'Mi habitación favorita'. Supongo que el plan es casi empalmarla con la siguiente canción. Hasta ahí sin problema. De hecho, ya están sonando los acordes de 'La Cuadratura del Círculo' y llega el momento de 'pintar otra vez' esa otra 'habitación', pero a Pucho parece que no le 'convence para nada' ese bidón, así que ni corto ni perezoso abandona el micrófono y... ¿Adónde va? pues a la esquina derecha, a ayudar a nuestro percusionista de cabecera a mover el famoso barril rojo y a colocarlo más adelante en el escenario.
Y mientras tanto allí se quedan guitarra y bajo sosteniendo al personal con esos acordes para que el público responda al compás con palmas unos segundos interminables...
Y hale, aquí no ha pasado nada.
Tras la mudanza Pucho vuelve al micro y revienta, por fin, ese track geométrico como si tal cosa. Todos contentos.

Dios mío, ¿cómo consigue hacerlo? probad alguna vez a tararear 'cumpleaños feliz' mientras subís unas escaleras. ¡Te falta el aire!
Hasta caminar cuesta si quieres cantar de verdad.
Y sin embargo este chico es capaz de colonizarnos sobre el escenario y firmar '...la paaaz!' (toma registro agudo) como si nada después de andar reubicando el mobiliario.

Joder!

Yo flipé. Así que claro, luego ya no di pie con bola en el test de geografía latinoamericana! Espero que nadie me haya grabado mientras berreaba incoherencias como que "Chile es Ecuador"... creo recordar.

Para el 'Lolololó / Lalalala' hoy día ya ni hace falta que Pucho explique las instrucciones de uso. Ellas y ellos se repartieron rápidamente sin ayuda los papeles y a ese fiestón final se unieron los teloneros sobre el escenario 'E-lololololo-lodio y lololo-los seres queridos' que saltaron a la cancha y se lo pasaron pipa aporreándole el material a Jorge y botando con Juanma.
Después se abrazaron todos juntos para despedirse con una ola sobre el escenario y nos recordaron que volverán en julio, al festival BBK-Live.

Era su tercera visita a Vizcaya –antes habían reventado dos cafe-teatros/kafe-antzokia, el del Botxo y el de Durango– y ahora les tocaba una fundición. Esta vez no estaban las cámaras de la tele como en el Plateruena ni rindieron aquel homenaje a los Beatles, pero quienes también les vimos allí comprobamos que siguen poniéndose su propio listón cada vez más alto.

Replicaron todo el set-list de Durango –incluso en el mismo orden, las 16, ole sus escamas– y, aún así, estos chicos consiguen que se nos pase la hora y 22 minutos más corta de nuestra vida.

Nos siguen derritiendo el caparazón a los fans.




El bidón de marras, descansando tras el ajetreo
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